LA VERDADERA HISTORIA DE LA BATALLA DE PUEBLA.

En realidad no ganamos nada los mexicanos el 5 de mayo de 1862, la verdadera historia detrás de ese triunfo falso es una derrota...



Los mexicanos nos quejamos de la ignorancia de los gringos, ellos (los gringos) en su gran mayoría creen que el cinco de Mayo es el día de la independencia de México; el pueblo en general felicita a los paisanos de Benito Juárez, pide una Corona con “lime” y dice bonachonamente: -¡Feelíz C‘inco di Maaaahío! Los altos políticos norteamericanos y las logias masónicas mexicanas también celebran año tras año este día, pero sus razones son menos inocentes.

El pueblo mexicano cree que en una batalla ocurrida hace 146 años, el cinco de mayo de 1862, centenares de indígenas zacapoaxtlas comandados por el General Ignacio Zaragoza derrotaron a las tropas invasoras e imperiales de Francia que venían a invadir México con el pretexto de cobrarle una deuda. Esta es la versión oficial y todo mexicano lo grita y lo festeja como si hubiera pasado ayer y como si algún abuelo suyo hubiera sido defensor de la Patria.

Es importante mencionar que hubo 3 batallas contra los franceses y no solo 1, la segunda “Batalla de Puebla” nadie menciona nada, ningun libro escolar lo menciona dentro de sus páginas,por una razón muy simple; porque se perdió, debido a que las tropas invasoras se replegaron, se reagruparon, se recuperaron y se triplicaron. Una vez hecho todo esto volvieron al ataque y se enfrentaron de nuevo al ejército mexicano.

El 2 de abril de 1867 Porfirio Díaz derrotó a los franceses, los expulsó de la ciudad y los replegó hasta el Golfo de México. Después de eso, marchó sobre la Ciudad de México, donde derrotó a las últimas tropas enemigas, perdonó a los franceses y fusiló a los mexicanos traidores. El 15 de julio de 1867, el triunfante Díaz licenció a sus tropas y entregó la capital al presidente Benito Juárez.

¿Por qué nuestra historia ignora los triunfos de Díaz y las otras dos batallas de Puebla? Simplemente porque nuestro discurso histórico hizo de Juárez un héroe y de Días un tirano, y a maniqueo estilo de nuestra historia; los buenos son absolutamente buenos y los malos absolutamente malos. Es imposible entonces hablar de los aspectos malos de Juárez, como el hecho de que vendió California y Yucatán a Estados Unidos, tema de otro artículo; y es prohibido hablar de los hechos heroicos de Díaz, como su participación en la primera Batalla de Puebla, donde todo el crédito se lo queda Ignacio Zaragoza, o sus más de 30 batallas victoriosas contra los franceses; mucho menos su apabullante triunfo en la tercera batalla de Puebla, de la que poco cuentan nuestros libros pero que fue en la que realmente se derrotó y expulsó a los franceses, y que fue vital para la toma de la Ciudad de México y el restablecimiento de la República.



Nada ganamos los mexicanos el 5 de mayo de 1862 en Puebla, nada absolutamente; un efímero laurel que, debido a la desunión del pueblo no cristalizó y se convirtió en derrota y conquista. Mucho ganamos en la olvidada fecha del 2 de abril de 1867, cuando un olvidado y denostado héroe derrotó a los invasores del país. Pero el gobierno emanado de la Revolución erigió a uno como héroe y condenó a otro como villano, uno de los tantos episodios torcidos o inventados de nuestra historia en busca de sostener la ideología de un régimen. Hoy, sin régimen, es momento de recuperar la historia.



En 1841 México fue despojado de los territorios de Texas, en 1848 pierde más de la mitad de su territorio (los estados de California, Arizona, Nevada y Utah y parte de Colorado, Nuevo México y Wyoming). En sólo 10 años los conservadores mexicanos, ante el riesgo inminente de una anexión total de lo que quedaba de México al naciente imperio anglosajón, acuerdan con Francia atacar a los norteamericanos desde Canadá por el norte y desde México por el Sur para recuperar para Francia lo que era de Francia y para México lo que era de México. Los soldados franceses llegaron a México como aliados de los patriotas mexicanos.

Por supuesto que los norteamericanos ya habían minado la unión de los mexicanos (la cual sigue tremendamente fragmentada hasta nuestros días) por medio de las logias masónicas disfrazadas de idealistas liberales, formaron un grupo opositor ante cualquier imperio europeo y se opusieron a la figura imperial de Maximiliano; Benito Juárez, incondicional de los gringos, se encargó de fusilar en el Cerro de las Campanas, en Querétaro, al representante de la casa de Habsburgo y de hacerles frente a las tropas francesas, nuestras aliadas, destruyendo de tal forma la última oportunidad en muchos siglos que tendría México de recuperar lo que le fue robado.

Como la historia la escriben los ganadores, los nombres de Benito Juárez García y del General Ignacio Zaragoza están escritos con letras de oro en las paredes el Congreso de la Unión, las tropas francesas fueron proclamadas invasoras, sus aliados que buscaban rescatar lo perdido fueron fusilados y declarados traidores a la Patria y el cinco de Mayo se oficializó como un día de gloria para México y se celebra cada año en Washington D. C., U. S. A., con la sonrisa estúpida y embriagada del pueblo mexicano ignorante de su historia (no todo, por fortuna).