EVOLUCION DEL ZAPATO 2DA PARTE

ZAPATO SIGLO XVI

Fue en el año 1500 cuando todo cambió radicalmente. El comercio se profundizó, las ansias de conocer nuevos mundos estaban en su máximo esplendor y con ello la importación de  diseños, materiales y métodos de fabricación.

  La exageración no se veía tanto en la construcción del zapato, sino más bien en la decoración del mismo, además de estar presente en la vestimenta, como los amplios faldones y los cuellos amplísimos que vestían tanto hombres como mujeres.

En cuanto a los zapatos para hombres, las líneas se suavizaron un poco y dieron paso al uso de los escarpines (eschapins).  Estos zapatos presentaban diseños creados con cortes verticales en el material  y delicadas rosetas hechas con cinta de colores.

También durante el siglo XVI  hizo su debut el más amado de todos, el tacón. Surgió en la boda de su precursora, Catalina de Medici (Mary I de Inglaterra).  A partir del evento, tanto hombres como mujeres elevaron su estatura unos centímetros con los zapatos de tacón alto como una forma de representar su estatus dentro de la sociedad. La pantofle italiana y la zapatilla de tacón de Venecia pronto se hicieron sumamente populares.

  Al igual que el sueco, el chopine se usaba como un sobre zapato y sus peligrosísimas plataformas (que en algunos casos se elevaban más de 50 centímetros del suelo) servían tanto para proteger los delicados zapatos como para establecer, nuevamente, el rango social al que pertenecía la persona que lo usaba.



ZAPATO SIGLO XVII

 A inicios todavía se llevan las puntas redondeadas o puntiagudas, pero en 1616 los zapatos puntiagudos quedan completamente en desuso volviendo la punta roma (hacia 1610-20).
Podían ir con cortes muy pequeños y numerosos, aunque en otros desaparecen completamente los picados y las cuchilladas.
También fue un calzado que llevaron hombres de cualquier condición.
La lazada que une las orejas aumenta de anchura hacia los años 20 (se pone de moda las rosetas).
También se llevó con botones o con hebillas.


Primera mitad del siglo XVII. Don Pedro González de Mendoza, Rodrigo de Villandrando, Museo Nacional de Escultura (detalle)

1600. Hispani et Hispaniae in vestiu cultus, Sebastián Vrancx y Peeter de Jode (detalle)

1606. Felipe III, Juan Pantoja de la Cruz, Museo del Prado, Madrid (detalle) (imagen obtenida aquí)

1611-1613. Adoración de los pastores, Juan Bautista Maíno, Museo del Prado, Madrid (detalle) (imagen obtenida aquí).

El zapato podía ser:
1. Zapato fino o negro: lo hacían los zapateros de obra prima: es decir con material nuevo. Usaban cordobán y se solía forrar con tela (seda, grana, terciopelo...).
El cordobán blanco era también caro.

2. Zapato basto: era obra gruesa. Se usaba todo tipo de piel, incluso el de ciervo o el de gamo. De variados colores.

También se utilizaba el fieltro.


ZAPATO DEL SIGLO XVIII

Eran populares los de tacon alto para hombres y mujeres, pero no habia diferencia entre la orna del pie izquerdo y el derecho, a inicios del siglo eran de colores opacos, pero para el rococo se hicieron de seda y colores llamativos y con diseños y aplicaciones de diamantes o perlas, o brocado de oro; otro zapato comun era la chinela, muy usadas en latinoamerica en ese siglo, eran zapatos de tacon bajo y no eran cerrados, ya que en la parte del talon era descubierto.


ZAPATO DEL SIGLO XIX

Hippolyte Taine (1828-1893), historiador y filósofo francés, formuló la hipótesis de que la invención de los pantalones que cubrían el tobillo fue la mayor consecución de la historia de Europa, puesto que con ellos llegó el hombre civilizado.

Podría añadirse que también fueron los responsables de la aparición del clásico zapato bajo, más adecuado para este tipo de moda.

Durante la época Biedermeier y el romanticismo, en los primeros años del siglo XIX, los zapatos con lazos y otras decoraciones regresaron durante un breve período, si bien a mediados de ese mismo siglo la moda del calzado masculino experimentó profundas transformaciones en las que dominó mayoritariamente el zapato bajo.

A principios del siglo XIX, zapateros de Hesse, en Alemania, presentaron las botas militares enterizas denominadas “hessianas”, de cuero negro y abrillantado, con una borla similar a las colas de animal empleadas por los. romanos, colgando de la parte superior.

Y en el mismo período, los zapateros británicos, aprovechando una victoria militar, popularizaron las “Wellington”, botas altas así llamadas en honor de Arthur Wellesley, el “Duque de hierro” de Wellington, artífice de la derrota de Napoleón en Wa¬terloo. Nuevas formas de zapatos y botas encontraron su lugar en el escenario de la moda, principalmente a través de personalidades sociales con mucho estilo o de militares (por ejemplo, las botas Wellington, los zapatos Blucher o Derby).

En un principio, volvió a dominar la media bota. Cabe destacar especialmente a un creador de moda, el británico George Bryan Brummel (1781-1840), más conocido como Beau Brummel, quien prefería colores mates y valoraba sobremanera el corte exacto. Llevaba botinas de cordones bajo unos pantalones muy ajustados.

En los inicios del siglo XIX el taco alto cedía su paso al zapato plano y a los escarpines estrechos. Hasta aproximadamente 1820, los zapatos se hacían con la misma forma para el pie derecho y el izquierdo, es decir, eran intercambiables.En ese mismo siglo la bota se convirtió en el calzado de la nobleza, y con pocas variantes en el diseño las usaban también los hombres para montar. A finales de 1830 se entroniza el botín, abotonado o con cordones, ganando altura su tacón a medida que pasen los años.

Surgirá también, el cubre zapatos o polaina. La primera bota de dama fue diseñada para la Reina Victoria en 1840. Curiosamente, fue la Reina Victoria, conocida por su puritanismo y su actitud conservadora, quien popularizó la bota femenina, especialmente la ‘Bota Balmoral’, bautizada en honor al pueblo escocés. Esta bota cubría el tobillo, tenía una suela gruesa que la hizo favorita para caminatas y también para las fiestas cuando le incorporaron otros materiales, como seda, tafeta y lienzo bordados y piedras aplicadas en su decoración.

A mediados de siglo se crea el modelo que mayor aceptación ha tenido en la historia contemporánea del calzado masculino: el Oxford. En la misma época, la bota era ya el calzado cotidiano de mujeres y hombres, invierno y verano, ampliándose la variedad de modelos. La caña alta es una conquista femenina porque había sido patrimonio de los hombres. Entre la clase trabajadora aparece el uso de los botines, producidos en serie en la incipiente revolución industrial.

En Estados Unidos la seleccción, precio y comodidad del calzado mejoraron a mediados del siglo XVIII cuando se inauguró la primera fábrica americana de este ramo en Massachusetts. Estos zapatos fabricados en serie todavía se cortaban y cosían a mano, operaciones que realizaban en casa mujeres y chiquillos a cambio de un magro estipendio. Después se completaba el montaje en la fábrica. La mecanización completa de la confección de calzado, y con ella la auténtica producción en serie, tardó en llegar.

En 1892, la Manfield Shoe Company de Northampton, en Inglaterra, puso en marcha las primeras máquinas capaces de producir zapatos de calidad en medidas estándar y en grandes cantidades. Cuando aparecen las máquinas en la confección de calzado, la electricidad aporta el impulso definitivo para la mecanización de la fabricación.

La bota de paseo y de fiesta cae en desuso cuando termina el siglo XIX, pero recupera su condición de instrumento de trabajo, para regresar, cuando en la quinta década del siglo XX, estalla como moda.

La moda, precisamente, hace que, cuando en el siglo XIX aparecen las primeras revistas especializadas con detallados figurines de vestidos y zapatos, el diseño del calzado de mujer adquiera verdadera importancia.

Por esa época, la botita con taco mediano para la mujer y el zapato con lengüeta hasta el tobillo para el hombre son los predilectos de varias generaciones.